viernes, 27 de enero de 2012

La Flor de la Honestidad


Cuenta una leyenda que por el año 250 A.C., vivía en China, un príncipe que estaba a punto de ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, antes de ser coronado, debía casarse.

Sabiendo esto, decidió hacer un concurso entre las muchachas de la corte para ver quién podía ser digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y les lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio, escuchó los comentarios sobre los preparativos y sintió tristeza porque sabía que su joven hija tenía un profundo amor por el príncipe. Cuando llegó a casa, le contó a su hija los planes del príncipe y ella sin dudarlo le dijo que también quería participar en la prueba.
La anciana no podía creerlo y le dijo: ¿Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.
La hija respondió: No, te preocupes querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe y con esto ya me conformo. Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las jóvenes más bellas del lugar, vestidas con sus mejores ropas y con las más brillantes joyas.
Entonces, el príncipe anunció el desafío: Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será la escogida, se convertirá en mí esposa y futura emperatriz de China.
La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: flores, costumbres, amistades, relaciones, etc.
El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en el arte de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y la semilla seguía como el primer día. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada ocurrió. Día tras día veía más lejos su sueño, sin embargo, su amor era cada día más profundo. Finalmente pasaron los seis meses y nada brotó de aquella semilla.
De todas maneras, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordada, sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos. El día llegó, sus manos estaban vacías, mientras todas las otras pretendientes tenían una hermosa flor en sus manos. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado.
La bella joven de las manos vacías sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.
Entonces, con calma el príncipe lo explicó: Esta muchacha, es la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi esposa y emperatriz, porque todas las semillas que os entregué eran estériles.
Jesús te dice: “Finalmente, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno; piensen en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado. Practiquen todas las enseñanzas que les he dado, hagan todo lo que me vieron hacer y me oyeron decir, y Dios, que nos da su paz, estará con ustedes siempre”. Filipenses 4: 8/ 9

martes, 24 de enero de 2012

Counseling: Su importancia para el desarrollo personal


Los tratamientos realizados por “consultores psicológicos” constituyen una tendencia cada vez más difundida. El counseling se ha convertido en una opción individual, de pareja, familiar y laboral para resolver conflictos y mejorar día tras día. En este reportaje, el Licenciado Andrés Sánchez Bodas, psicólogo y pionero del counseling en Argentina, nos explica el potencial del counseling para progresar, sentirnos mejor con nosotros mismos y conectarnos  con el mundo que nos rodea.
¿A qué se denomina “counseling”?
Por un lado, el counseling es una profesión y, por el otro, es un modo nuevo de ayudar a las personas que sufren problemáticas existenciales, personales y filosóficas. Como profesión, existe en el mundo desde hace 80 o 90 años; se creó en EE. UU., en medio de la crisis del 30, y surgió de una unión entre educadores, sociólogos y trabajadores sociales, que se dieron cuenta de que a la psicología clínica le faltaba una lectura sobre la salud, sobre la normalidad —tenían una lectura basada en la patología— y a los trabajadores sociales les faltaba psicología.  

¿A quiénes está destinado este tratamiento?
Un counselor no atiende pacientes, enfermos ni patologías. En inglés, se dice que atiende “clients”, pero como “cliente” en castellano tiene una acepción muy comercial, lo llamamos “consultante”. El counseling está orientado a las personas que no tienen patologías psíquicas pero están atravesando trastornos o problemas que los tienen mal o les provocan dificultades. Por eso, primero deben resolver esos conflictos y, cuando lo hacen, se avocan a su desarrollo personal, el segundo momento del counseling.  

¿Y si en el transcurso de la terapia se detecta que la persona tiene una patología?
Se deriva. De hecho, muchos counselors trabajan en equipo con psicólogos y también pueden consultar con psiquiatras. Si hay algo que diferencia al counseling de otras terapias psicológicas, es que no es objetivo del counselor curar, sino facilitar el desarrollo personal. 

¿Qué autores se toman como referentes en el estudio del counseling?
Una de las líneas del counseling es el humanismo y la otra es el existencialismo: Sartre, Heidegger, Husserl, Merleau-Ponty, la fenomenología existencial. Desde la psicología, se toma esencialmente a Carl Rogers, creador del “enfoque creado en la persona”, psicólogo y counselor norteamericano. Otro referente importante es Abraham Maslow con perspectiva humanista, a la que yo adhiero. No obstante, existe también la perspectiva sistémica, que tiene como referentes a Bateson, Watslawick y la Escuela de Palo Alto. Serían las dos grandes líneas que existen en el counseling. 

¿En qué consiste el “enfoque centrado en la persona”?
Es un modelo creado por Carl Rogers que parte de una idea, muy elemental pero básica, que dice que somos seres vivos y, como tales, tenemos derecho a desarrollar nuestros potenciales biológicos, como un tigre, un ombú o un rosal: en eso somos todos iguales. Es evidente que los animales y las plantas, si el clima es adecuado y el alimento también, se desarrollan adecuadamente, no traen en sí mismos la posibilidad de no desarrollarse. Carl Rogers fue el que analizó cuáles eran las condiciones para que un ser se desarrolle. 

Es decir, cuáles son las variables que hacen que ese crecimiento sea óptimo…
Claro, para que el ser desarrolle sus potenciales lo mejor que pueda. Rogers empezó a escribir lo que veía en sus pacientes, y observaba que ciertas cosas que él hacía tenían mejores resultados. Así, descubrió que si los seres humanos tenemos una relación donde predominan estos tres elementos: la empatía —la posibilidad de ser escuchados desde nosotros mismos y no desde los parámetros de otros—, la aceptación incondicional —yo acepto a mi consultante tal cual es, ni lo juzgo ni lo valoro, aunque no acuerde con lo que hace, acepto su experiencia— y la coherencia en sí mismo del terapeuta para poder aceptar al paciente —lo que Rogers denominó “marco actitudinal”—, hay gran porcentaje de éxito en ese vínculo. Si estas tres actitudes predominan en la relación de ayuda, el consultante se siente aceptado tal cual es, revisa su vida, busca ideas nuevas y resuelve. 

Y esas variables de relación, ¿cómo se pueden trasladar a la vida cotidiana?
Rogers parte de algo muy básico: no todas las personas son “ayudables” con este sistema, tal como tampoco lo son desde el psicoanálisis. La persona tiene que tener capacidad para aceptar la empatía del otro, debe sentirse responsable de su problema y no echarle la culpa al otro. A su vez, debe estar dispuesto a cambiar. Son condiciones de base. De esta manera, lo que la persona aprende y aprehende lo lleva a la vida. Y esto pasa: los consultantes aprenden consigo mismos y llevan esto a la pareja, al trabajo, etc. 


¿Qué progresos se observan, con el counseling, para las personas que tienen dificultades en su pareja?
El 80 por ciento de las personas que tienen problemas de pareja lo resuelven favorablemente, porque lo que aprehenden lo llevan a la relación. 

¿Favorablemente” es no separarse?
Bueno, a veces también es romper la relación. En este caso, vamos a pensar que “favorablemente” tiene que ver con resolver o sostener ese vínculo y mejorarlo. Si uno está casado o en pareja, y viene a consultar, es porque quiere sostener esa relación; si no, no pediría ayuda, se separaría. Hay un 70 por ciento que puede trasladar esas herramientas, y el resto decide que no puede vivir con esa persona, pero logra una separación menos traumática, en mejores términos. El 70 u 80 por ciento de parejas que hacen counseling mejoran su relación, a eso vienen. Hay muy pocos casos en los que vienen para que los ayude a separarse. 

¿Y terminan separándose?
Por lo general, siguen juntos. Es una paradoja, aunque sea poco frecuente.  

¿Prácticamente todos los problemas de un individuo pueden ser tratados con el counseling?
Para este tipo de preguntas, yo siempre cuento la “metáfora del arquitecto”. Supongamos que vos vivís en tu casa hace 20 años, pero ahora ves que se pone incómoda. Entonces, llamás a un arquitecto para modificar la casa. Se te ocurrió que querés agrandar la cocina, pero es imposible, porque una pared maestra no puede derribarse; tal vez se pueda ampliar pero no de esa manera. El arquitecto escuchará, tendrá numerosas charlas y, en función de tus pedidos, traerá un proyecto de modificación, que permite modificar la casa sin romper la estructura, y a partir de esto deberán ponerse de acuerdo. Bueno, el individuo es su casa, y cuando empieza el arreglo de su casa, no podes irse a otra para evitar el ruido y el polvo. No es posible irse de uno mismo: hay que convivir con las molestias y las salidas que uno encuentra no siempre son las más esperadas. 

¿Entonces, los cambios deben ajustarse a esa estructura?
Hay muchas cosas que un ser humano puede cambiar, y el counseling así lo demuestra, pero una cosa es la mismidad y otra la yoicidad. Una cosa es la persona y otra el personaje. El personaje, la yoicidad, se puede cambiar mucho: la ropa, estilo de vida, etc. Pero lo esencial es inmodificable, y hay que aprender a convivir con ella. Esa mismidad se define al sexto o séptimo año de la vida. Uno está mejor cuanto más cerca está la mismidad de la yoicidad. Tomando mi caso, cuando Andrés está más en consonancia con Andresito, el que era yo a los 6 años. Cuando Andrés está lejos de Andresito, estamos alienados. Cuan más cerca estamos, mejor nos sentimos: más armoniosos, más coherentes y más auténticos. El counseling procura un acercamiento a lo que se es en el fondo. 

¿Cómo evitar errores del pasado a partir de este retorno a la mismidad?
Bueno, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y es verdad. Freud lo llamó “compulsión a la repetición”. De todas maneras, uno puede revisar esas historias y cambiar algunas cosas, pero otras no. Algunas son parte de la estructura inmodificable pero, como se van a conocer, por lo menos se intentará evitarlas. 

Es decir, se ejercerá una prevención.
Exacto. La gente cuando viene por primera vez, suele hacerlo porque hizo algo que no puede evitar que le pase: “uy, volví a cometer el mismo error”. Cuando sigue el proceso y va mejorando, empieza a darse cuenta de que comete el error cuando lo está haciendo: “uy, estoy metido en el mismo baile”, aunque todavía no lo pueda evitar. A medida que sigue mejorando, se da cuenta cuando lo va a cometer; aunque se equivoque igual, de 10 ocasiones de error evitará 8. 

Tratar de que le salgan mejor. Bueno, por lo menos es un consuelo.
Exactamente. Pasa mucho con la pareja: “uy, me volví a meterme con alguien parecido al que tuve, qué tonta”. Bueno, si esa persona hace un buen proceso, es muy probable que, por lo menos, con esa persona no conviva. 

O que deje de gustarle la gente que siempre le gusta.
Ocurre eso muy a menudo: “me di cuenta de que no me gusta más ese tipo de mujeres, o ese tipo de hombres”. Ahí tenemos que ver la diferencia entre cambio y transformación. 

¿Cuál es la diferencia?
El cambio es más superficial, aunque sea bueno. La transformación es algo más profundo: transformé mi manera de ver la vida. 

¿El concepto de “mirada distinta” implicaría esa transformación de la que habla?
Claro. Te doy un ejemplo de la relación padre-hijo. Un hombre está enojado consigo mismo porque no puede ponerle límites al hijo, que se le rebela todo el tiempo. Cambiar sería aprender a poner un límite, frenar al chico diciendo “el padre soy yo”. Eso es un cambio positivo, pero una transformación implica modificar la relación con su hijo: no solamente sabe poner un límite, sino que establece un vínculo comunicativo diferente, que hará que el chico se rebele menos. 

¿El counseling ayuda a forjar una manera distinta de amar a los demás?
En principio, habría que establecer una diferencia. Amar es un verbo; amor, un sentimiento. Amar implica una acción, mientras que el amor se siente o no. Uno puede trabajar sobre las acciones, no sobre el sentimiento, que existe o no. Puede aminorarse, elevarse, pero uno no puede hacer magia con los sentimientos. 

No aparecen de donde no están.
Sí, vos lo sabrás de tu vida, yo lo sé por la mía. Pero uno puede trabajar para que el verbo “amar” se modifique, y lograr vínculos más amorosos hacia las personas o hacia la ecología. Cualquier acto de amar puede ser transformado: si uno logra ponerse en el lugar del otro, aceptar al otro, ser lo más auténtico posible, la persona logra vínculos empáticos e incondicionales. 

¿Y uno logra dar el ejemplo con esta actitud?
Sí, pasa mucho eso. Parece medio utópico, pero la gente se da cuenta de que hace bien. Si uno lograra la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del otro y hacer que el otro haga lo mismo, mejoraríamos de verdad. Hay un ejercicio para hacer en pareja o entre padres e hijos, que es el de escucharse durante un rato sin opinar durante 10 minutos, sin querer decir lo que se piensa y tratando de entender lo que quiere decir desde su lugar. 
Darle el tiempo al otro.
Claro, que el otro pueda decir lo que le pasa a él. Supongamos que somos una pareja: si yo estoy enojado con vos y te digo “todo lo que me da bronca de vos”, vos te sentirás amenazada y te vas a defender. En lugar de eso, se puede decir “cuando vos me contestas de esa manera, a mí me hace daño”; no digo que lo hagas mal, pero a mí no me gusta. Tu haces lo que quieras con eso. Yo respeto que vos seas así, pero me hace mal. Si hay amor, sentimiento, se hará un cambio del amar. Cambiaremos el verbo amar, haremos cambios conductuales para mejorar la relación favorablemente. 

¿En qué otros rasgos del desarrollo personal el counseling es favorable?
Si partimos de la idea de que pretende ayudar a la persona a que abra su percepción, ello ayudará a mejorar sus relaciones, estará menos autoritaria —por lo que todo se recibirá mejor del otro lado— y mejorará su autoconcepto, lo que se denomina “self”. 

¿Qué es el autoconcepto?
Lo que piensas de ti mismo. 

¿Es diferente de la autoestima?
Sí. El autoconcepto es lo que Lo que piensas de ti mismo, no tiene valoración. Yo no creo en el concepto de autoestima. 
¿Por qué?
No me agrada, porque viene de EE. UU., una sociedad muy individualizante, individualizadora y competitiva, y aquí se lo compró muy fácil. Según la autoestima, lo importante es que tu estés bien con vos mismo, que te valores mucho, que todo sea para vos: egocentrismo, egoísmo, todo lo contrario al amar. Por eso yo creo que los grupos de autoestima han hecho mucho daño. He atendido mucha gente dañada, porque todo pasa por uno mismo, ¿y el otro dónde está? Yo creo que hay que trabajar por la heteroestima. 

Bueno, justamente una de las preguntas que iba a hacerle era si el counseling nos ayudaba a vivir en comunidad o a sobrevivir en sociedades individualistas.
Con el autoconcepto, es otra cosa, porque es lo que piensas de ti, sin valoración, en múltiples aspectos; como trabajador, como hijo, como pareja, como padre, como amigo, tu tienes un montón de aspectos en los que sabes algo de vos. El buen counselor ayuda a saber más de esas áreas, sobre todo las que están en conflicto. Cuanto más sabes de ti, mejor vas a decidir, de eso no hay duda. Porque va a predominar la tendencia a la vida, y vos vas a querer que las cosas sean mejores para vos y para el otro, porque el otro es parte de vos. Las teorías de la autoestima son típicas de las sociedades posmodernas, narcisistas, nacidas de un capitalismo salvaje. El autoconcepto plantea algo distinto. A ver, ¿cuál es la definición de amar en pareja, de manera mutua? El amor en pareja es la superación de dos narcisismos en pos de una mutua oblatividad. 

¿Qué significa “oblatividad”?
Dar al otro lo que el otro necesita, no lo que a mí me sobra. Este vínculo de reportaje podría ser amoroso, porque yo doy lo que vos necesitas y viceversa. No está mal dar a veces lo que a uno le sobra… 

¿Cuándo se está a tiempo, todavía, de hacer counseling y de no caer en algún problema psicológico?
Para hacer counseling, la persona debe ser consciente de que no sufre una patología psíquica grave. Por ejemplo, el miedo es natural, porque nos preserva de los peligros; la tristeza sirve para darnos cuenta de que algo perdimos, real o imaginario; la alegría sirve para darnos cuenta de que algo ganamos. Son emociones básicas que todos tenemos. Ahora, si el miedo se instala se puede transformar en una fobia y, si se agrava, en un trastorno de pánico. Si la tristeza se instala, se puede transformar en una depresión y, si se agrava, en una melancolía y un suicidio. Si la alegría se instala, me puedo convertir en un maníaco y un acelerado, y si se agrava, en un eufórico. 

Para cerrar, entonces, ¿en qué momento una persona debería empezar a pensar en hacer counseling?
Cuando sienta que está frenada en algo, que quiere y no puede, que tiene un problema coyuntural que, si no lo trata, va a empeorar, y que tiene ganas de cambiar y transformarse en lo que sea. Siguiendo lo que expliqué recién, las personas para counseling son las que tienen miedo, las que están muy tristes o con cierto acelere. Tienen que consultar en ese momento, porque sino tienen que ir a un psiquiatra o a un psicólogo.