miércoles, 14 de diciembre de 2011

Más que un anillo de compromiso



Reflexiones | 15936 lecturas
Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuvieran. El joyero le mostró una hermosa piedra solitaria que brillaba como un pequeño sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo, preguntó el precio y con una sonrisa se dispuso a pagarlo.
-¿Se va usted a casar pronto? Preguntó el joyero.
-¡No!, respondió el muchacho, ni siquiera tengo novia.
Es para mi mamá, dijo el muchacho. Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le aconsejó que se hiciera un aborto, así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me regaló la vida que hoy puedo disfrutar. Fue padre y madre. Amiga, hermana y maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella.
El joyero, sorprendido, no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que hiciera al joven el descuento especial que sólo se hace a los clientes importantes.
Reflexión:
Tenemos casas más grandes, pero familias más chicas.
Tenemos más compromisos, pero menos tiempo.
Tenemos más medicinas, pero menos salud.
Hemos multiplicado nuestras fortunas, pero interiormente estamos vacíos.
Hablamos mucho, amamos poco y odiamos demasiado.
Hemos llegado a la luna y regresamos, pero tenemos problemas para cruzar la calle y conocer a nuestro vecino.
Hemos conquistado el espacio exterior pero no el interior.
Tenemos mayores ingresos, pero menos moral y felicidad.
Estos son tiempos con más libertad, pero menos alegría.
Con más comida, pero menos nutrición.
Son días en los que llegan dos sueldos a casa, pero aumentan los divorcios.
Son tiempos de casas más lindas, pero más hogares rotos.
Por eso, siéntate en la terraza y admira la vista sin fijarte en las malas hierbas; pasa más tiempo con tu familia y con tus amigos en el campo, en la playa; come tu comida preferida; visita los sitios que te gustan.
La vida es una sucesión de momentos para disfrutar, no es sólo para sobrevivir.
Escribamos aquella carta que pensábamos escribir.
Digamos hoy a nuestros familiares y amigos cuánto los queremos.
No retrases nada que agregue alegría y felicidad a tu vida.
Cada día, hora y minuto pueden ser especiales.

jueves, 13 de octubre de 2011

Opciones...

Hay opciones fundamentales que haces sin darte cuenta
(Como cuando aprendes a sentir como sienten los que te rodean)
y luego condicionan tu vida mas de lo que piensas.
Si eliges Sentirte Bien todos los días te sobraran motivos para sentirte bien;

Si eliges Sentirte Mal todos los días te sobraran razones para sentirte mal;
¡Piensalo!
y tal vez descubras que lo mas importante y decisivo no es lo que pasa fuera de ti.

sino lo que tu haces que suceda dentro de ti mismo,
y que no son los otros, las "cosas" o los acontecimientos
los que te hacen sentirte mal
sino tu modo de vivir frente a todo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Un mal día



ecturas
Su esposa se lo había dicho antes de salir de casa, tenía un extraño presentimiento. Querido, hoy no va a ser un buen día, sería mejor que te quedaras en la cama descansando. Su esposo convivía con el peligro y la muerte, cualquier día podía ser el último que lo viera con vida.  
Y a sí fue, ese día detuvieron a su esposo.
-"No debiste haberte casado con él, nunca fue un buen hombre", le dijo su madre, hoy estás pagando las consecuencias de una mala elección.
Ella ya lo sabía, pero eso no impedía ni disminuía el amor que sentía por él. Su esposo era un ladrón y lo acababan de apresar. No la asustaba que estuviese preso, ya había pasado por esa situación antes. Lo dramático era que esta vez no habría misericordia del juez y la sentencia era inapelable. La condena que solicitaba el fiscal a un tribunal con sed de justicia, era de muerte y no una muerte cualquiera, sino muerte de cruz.
La mujer que tanto amaba a su esposo no dejaba de darle vueltas en su cabeza. Tal vez lo perdieron las malas compañías, reflexionó mientras recorría la calle principal, porque su socio en las andadas, también sería crucificado junto con él. De todos modos ya no importa buscar culpables, lo cierto es que su esposo iba a terminar como ella había soñado y temido tantas veces. Iba a morir de la peor de las muertes, la más humillante, la más cruel y atroz. La mujer no pudo despedirse de su amado, para los ladrones no hay privilegios, ni concesiones. No hay piedad, ni un último deseo para los condenados al madero.
En el horizonte se divisan tres cruces, la de su esposo, la de su compañero y la de un desconocido. Ella reconoce a su marido y al otro ladrón, pero le resta importancia al tercero; quizás sea otro que deje a otra viuda en el olvido y la desgracia.
El cuadro es estremecedor. No la culpen a ella por no llorar, ya había gastado todas sus lágrimas en una vida miserable junto a quien le prometió amor eterno y ahora cuelga de una cruz. No quiere mirar a su esposo, está allí, prefiere recordarlo de otra manera.
El otro de los ladrones insulta al desconocido de la cruz que estaba entre los dos. Y una voz conocida, pero imperceptible, pronuncia algunas débiles palabras. "Acuérdate de mi, cuando vengas en tu reino"  Era la inconfundible voz de su esposo, sin duda, hablándole al desconocido. "Hoy estarás conmigo en el paraíso", le responde, como si en su condición pudiese prometer algo.
La mujer levanta la vista por primera vez. Tal vez para mirar a los ojos de su esposo una última vez o tal vez para entender el diálogo tan extraño que acaba de oír. El socio de su esposo acaba de morir. El desconocido parece realmente un inocente que paga por algo que jamás cometió y su esposo sonríe. No tendría porqué hacerlo, no hay razones. Hizo de su vida un mundo miserable y está colgando de una cruz frente a miles de ciudadanos que claman justicia. Pero el ladrón se encuentra con la mirada de su esposa y le sonríe. Es como un último gesto queriéndole decir que todo estará bien, a pesar de todo.
La mujer no entendió bien el diálogo de los condenados, pero presiente que algo había cambiado. Algo debe haber ocurrido allí en lo alto de aquellas cruces, porque de pronto empieza a pensar que su esposo finalmente encontró algo distinto.
Su esposo cuelga de un madero, pero inexplicablemente, irracionalmente, sonríe. Ella le devuelve el gesto en silencio, ese que sólo pueden interpretar los que se han amado de verdad. Sabe que no puede implorar justicia y mucho menos misericordia y que su esposo está pagando por robos y crímenes cometidos durante muchos años. Pero ahora, la última sonrisa de su esposo le devuelve la calma. Por la sonrisa que se dibuja en su rostro no parece estar sufriendo en una cruz, al contrario, parece estar lleno de gozo y felicidad.
Por la vida que llevó durante tantos años, no merecía ningún tipo de contemplación, ni de perdón, ni siquiera una digna sepultura. Pero alguien, tan condenado como él, le prometió el paraíso. Su esposo se había encontrado con la gracia en el minuto final, segundos antes  de la muerte.
Ese, no iba a ser un buen día y evidentemente no existía la posibilidad de que terminara bien. Su esposo ha dejado de respirar, pero nadie se explica por qué sonríe y ella sólo puede reflexionar: Si para llegar al paraíso tenía que pasar por la cruz, valió la pena haberse levantado.
Jesucristo a través de su gracia y misericordia, espera tu decisión hasta tu último suspiro. Es posible que hayas tenido una vida llena de pecado, quizás has robado, asesinado, no importa. La Ley siempre te condenará, entre otras cosas, porque eres culpable, pero Jesucristo te está esperando para que puedas experimentar Su perdón, misericordia y amor incondicional.
“Te aconsejo que no esperes a estar en una situación tan comprometida como el protagonista de esta historia”

Carta de un amigo



Sólo quiero escribirte y decirte lo mucho que te amo.

Ayer cuando te vi caminando y riendo con tus amigos, tenía la esperanza de que pronto quisieras tenerme a tu lado. Así es que te pinté un lindo atardecer para terminar tu día. Te envié una brisa como una suave caricia. Esperé, pero no me llamaste.

Al mirar como dormías, quería llamarte la atención, derramé luz sobre tu cara, con la intención de que al despertar pudieras darte cuenta de que era mí presencia la que acariciaba tu rostro.

Al amanecer hice que los rayos de luz inundaran tu habitación y te envié muchos pajaritos para que con su trinar te compusieran una preciosa sinfonía.

Pero tú te levantaste tarde y de prisa te fuiste a trabajar, no te diste cuenta de nada. Mi tristeza fue tal, que el cielo oscureció y mis lágrimas derramadas se convirtieron en lluvia.

Solo quería decirte: “TE AMO”

Trato de decírtelo en la quietud de los pastos verdes, en el cielo azul, en el viento que produce sonidos en los árboles, en los colores y el perfume de las flores, en el estruendo de las grandes cascadas, y con el abrigo del calor del sol.

Mi amor por ti es más profundo que el océano y más grande que el infinito cielo.

Si sólo comprendieras cuánto te amo!

Si en algún momento te das cuenta de que quiero ser tu amigo, recíbeme en tu corazón y viviremos juntos por toda la eternidad.

Jesús

jueves, 6 de octubre de 2011

La Bailarina



as
Una joven había tomado clases de ballet durante toda su infancia, y había llegado el momento en que se sentía lista para convertir su afición en profesión. Deseaba llegar a ser una primera bailarina y quería comprobar si poseía las cualidades necesarias, de manera que, cuando llegó a su ciudad, una gran compañía de danza fue al teatro y habló con el director.
-Quisiera llegar a ser una gran bailarina-, le dijo, -pero no sé si tengo el talento necesario o qué me hace falta para conseguirlo-.
-Hazme una demostración, le dijo el director. Pero apenas había bailado unos segundos, la interrumpió, moviendo la cabeza en señal de desaprobación-.
-No, usted no tiene las condiciones necesarias-, le dijo.
La joven llegó a su casa con el corazón desgarrado, arrojó las zapatillas de baile en lo más profundo de un armario y no volvió a calzarlas nunca más. Se casó, tuvo hijos y cuando se hicieron un poco mayores, empezó a trabajar como cajera en un supermercado.
Años después asistió a una función de ballet y a la salida se topó con el viejo director, ella lo saludó y le recordó la charla que habían tenido años antes, le mostró fotografías de sus hijos y le comentó de su trabajo en el supermercado, pero al final, antes de despedirse, le preguntó.
-¿Cómo pudo usted saber tan rápido que yo no tenía condiciones de bailarina?
-¡Ahhh! apenas la miré cuando usted bailó delante de mí, simplemente le dije lo que siempre le digo a todas, le contestó.
-¡Pero eso es imperdonable! exclamó ella, ¡usted arruinó mi vida, pude haber llegado a ser primera bailarina! -No lo creo, repuso el viejo maestro. Si hubieras tenido las dotes necesarias y una verdadera vocación para bailar, no habrías prestado ninguna atención a mi comentario.

“Sin duda, si te crees perdido, estás perdido y si crees que no puedes, no podrás. Si quieres hacer algo pero lo crees imposible, no creo que triunfes jamás. En la vida no sólo el valiente o el veloz triunfa, al final el que vence es el que cree que es posible”
 “¿Puedes confiar en Dios? Para el que confía en Él, todo es posible” Marcos 9:23
“Cristo me da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones”Filipenses 4:13

viernes, 30 de septiembre de 2011

La lucíernaga

Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Aunque ésta trataba de alejarse de su perseguidora, no había manera de deshacerse de ella. Huyó durante dos días y la serpiente no dejaba de seguirla. Finalmente, al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga se detuvo y le dijo a la serpiente:
-¿Puedo hacerte tres preguntas?
-No acostumbro a dar explicaciones a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar lo que quieras, contestó la serpiente.
-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? preguntó la luciérnaga.
-No, contestó la serpiente.
-¿Alguna vez, te hice algún mal? preguntó la luciérnaga.
-No, volvió a responder la serpiente.
-Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
-¡¡¡Porque no soporto verte brillar!!!
Durante nuestra vida, andamos casi siempre en tinieblas. Nos hemos acostumbrado tanto a la oscuridad, que cuando vemos a alguien brillar, nos sentimos incómodos y molestos. Es como si brillaran en contra nuestro.
Dios es luz y también a Él lo rechazamos. Nos sentimos perseguidos como la serpiente cuando sentimos Su presencia, o cuando escuchamos Su palabra. Pero, si permitimos que la luz de Dios entre en nuestro corazón, empezaremos a brillar y dejaremos de andar en tinieblas, y ya nada más nos molestará.
Jesús, dijo y continúa diciéndonos: “Yo Soy la Luz que alumbra a todos los que viven en este mundo. Síganme y no caminarán en la oscuridad, pues tendrán la Luz que les da la vida” Juan 8:12

Eres importante para mi


Una profesora universitaria inició un nuevo proyecto entre sus alumnos. A cada uno les dio cuatro cintas de color azul, con la leyenda: Eres importante para mí. Les pidió que se pusieran una y les dijo que eso era lo que ella pensaba de cada uno de ellos.
Luego les explicó de qué se trataba el experimento: tenían que darle una cinta a alguna persona que fuera importante para ellos, explicándole el motivo y dándole las otras cintas para que ellos hicieran lo mismo. El resultado esperado era ver cuánto podía influir en las personas ese pequeño detalle.
Todos salieron de esa clase hablando a quién le darían sus cintas; algunos mencionaban a sus padres, otros a sus hermanos o a sus amigos. Pero entre aquellos estudiantes, había uno que estaba lejos de su casa. Este joven había conseguido una beca para esa universidad y por tal motivo no podía darles esa cinta a sus padres o hermanos.
Pasó toda la noche pensando a quién se la daría, pero al otro día muy temprano tuvo la respuesta. Tenía un amigo, un joven profesional que lo había orientado para elegir su carrera y muchas veces lo aconsejaba cuando las cosas no iban tan bien como él esperaba.
¡Esa era la solución! Saliendo de clase se dirigió al edificio donde su amigo trabajaba y en la recepción preguntó por él. A su amigo le extrañó, ya que el muchacho siempre lo iba a ver después de que él terminara de trabajar, por lo que pensó que algo malo estaba sucediendo. Cuando lo vio en la entrada, y después de hablar con él, sintió alivio de que todo estuviera bien, pero a la vez le extrañaba el motivo de su visita. El estudiante le explicó el propósito de la misma y le entregó tres cintas, le pidió que se pusiera una y le dijo que al estar lejos de su casa, él era el más indicado para ponérselo, el joven ejecutivo se sintió halagado, nunca había recibido ese tipo de reconocimientos y prometió a su amigo que seguiría con el experimento y le informaría de los resultados.
El joven ejecutivo regresó a sus labores, a la hora de la salida se le ocurrió una arriesgada idea: le entregaría las dos cintas restantes a su jefe. El jefe era una persona de mal carácter y siempre muy atareado, por lo que tuvo que esperar a que tuviera un momento de tranquilidad. Cuando consiguió acercarse, su jefe estaba inmerso en la lectura de los nuevos proyectos, y la oficina estaba repleta de documentos, planos y papeles. El jefe gruñó: ¿Qué desea? El joven ejecutivo le explicó tímidamente el propósito de su visita y le mostró las dos cintas. El jefe, asombrado, le preguntó: “¿Por qué cree usted que soy el más indicado para llevar esa cinta?”
El joven ejecutivo le respondió que él lo admiraba por su capacidad y entusiasmo en los negocios, además que había aprendido mucho de él y estaba orgulloso de estar bajo su mando. El jefe titubeó, pero recibió con agrado las dos cintas, no muy a menudo se escuchan esas palabras con sinceridad estando en el puesto en el que él se encontraba.
El joven ejecutivo se despidió cortésmente del jefe y como ya era la hora de salida, se fue a su casa.
El jefe, acostumbrado a estar en la oficina hasta altas horas, esta vez se fue temprano a su casa. En la solapa portaba con orgullo una de las cintas, la otra la guardó. Se fue reflexionando mientras manejaba su automóvil. Su esposa se extrañó de verlo tan temprano y pensó que algo le había pasado; cuando le preguntó, él respondió que quería pasar el resto del día con ella y su hijo. Ella se extrañó, ya que su esposo acostumbraba llegar de mal humor.
El jefe preguntó:"¿Dónde está nuestro hijo?", la esposa lo llamó, ya que estaba en el piso superior de la casa. El hijo bajó y el padre le dijo: ¡Acompáñame! Ante la mirada extraña de la esposa, y del hijo, ambos salieron de la casa. El jefe era un hombre que no acostumbraba gastar su valioso tiempo en su familia.
Tanto el padre como el hijo se sentaron en el porche de la casa. El padre miró a su hijo, que estaba extrañado con el comportamiento de su padre. De pronto empezó a decirle que sabía que no era un buen padre, que muchas veces se había perdido momentos importantes y felices para disfrutar en familia. Y luego le expresó que había decidido cambiar, que quería pasar más tiempo con ellos, porque su madre y él eran lo más importante que tenía.
También le mencionó lo de las cintas y su joven ejecutivo. Le dijo que lo había pensado mucho, y que quería darle la última cinta a él, en virtud de que era lo más importante, lo más sagrado para él. También le dijo que el día que nació, fue el más feliz de su vida y que estaba muy orgulloso de él y mientras le hablaba le colocó la cinta que decía: "Eres importante para mí"
El hijo, con lágrimas en los ojos le dijo: Papá, no sé qué decir, siempre pensé que no te importaba, que no me querías, que no significaba nada para ti. Te quiero papá, te quiero con todo mi corazón.
El experimento de la profesora dio resultado, había logrado cambiar no una, sino varias vidas, con sólo expresar lo que sentía.
A partir de hoy, cada vez que te encuentres con las personas que quieres o por las que sientes un afecto especial, sólo diles:
“Eres muy importante para mí”

lunes, 26 de septiembre de 2011

Maestra y madre



Su nombre es Silvia, maestra de 5º grado, el primer día de clase lo inició diciendo a los niños una mentira.
Ella miró a sus alumnos y les dijo: Los quiero a todos por igual. 
Pero ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba Carlitos. 
Silvia había observado a Carlitos desde el año anterior, había notado que era diferente a los demás niños, no jugaba, su ropa estaba siempre descuidada y por su aspecto necesitaba darse un buen baño.
Carlitos comenzó a ser desagradable, la maestra comenzó a marginarlo y al más pequeño error en sus tareas, sin contemplación lo corregía.
En la escuela había una norma. Los maestros debían revisar el historial de cada uno de sus alumnos, pero Silvia dejó el expediente de Carlitos para el final. Cuando lo revisó, se llevó una gran sorpresa. La maestra de primer grado había escrito: Carlitos, es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de manera eficiente y tiene muy buenos modales, es un placer tenerlo en clase.
Su maestra de segundo grado escribió: Carlitos, es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se le nota preocupado y triste por la grave enfermedad que está sufriendo su madre. Creo que debe ser muy difícil, para un niño de su edad.
La maestra de tercer grado escribió: Su madre ha muerto, ha sido muy duro para él, se esfuerza en hacer lo mejor, pero su padre no muestra mucho interés, considero que se deberían tomar ciertas medidas para que no afecte al desarrollo del niño y a su carácter.
Su profesora de cuarto grado escribió: Carlitos se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase.
Al leer el expediente de Carlitos, Silvia se dio cuenta del mal que estaba haciendo al marginar y no tratar con amor a un niño con un problema tan grave y se sentía apenada y arrepentida por su actitud.
Pasó poco tiempo y muy pronto llegaría la Navidad. Los alumnos, como de costumbre, le trajeron sus regalos, envueltos en fino papel y grandes lazos, excepto el de Carlitos. Su regalo estaba dentro de una bolsa de papel.
A Silvia le dio pánico abrir ese regalo en medio de los otros niños, algunos se podían reír y otros se burlarían. Pero no tuvo más remedio que hacerlo. Dentro de la bolsa había un viejo brazalete y un frasco de perfume usado. Los niños empezaron a burlarse, pero ella detuvo las burlas de los niños al exclamar lo precioso que era aquel brazalete mientras se lo probaba y lo mucho que le gustaba el perfume, mientras se ponía un poco en la mejilla.
Carlitos se sorprendió de la actitud de la maestra y se quedó hasta que todos se hubieran ido para decirle: Silvia, en el día de hoy usted es como mi mamá.

Desde ese día, ella dedicó tiempo y amor a ese niño, que un tiempo atrás había dejado de lado.
Cuando llegó el final del curso escolar, Carlitos se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase. Por eso Silvia estaba emocionada y muy contenta… Carlitos se había convertido en su alumno más querido.
Un año después, ella recibió una carta de Carlitos, diciéndole que había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida. Cuatro años después recibió otra carta, diciéndole que había terminado sus estudios secundarios y que se graduaría con los más altos honores y además que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Cuatro años después recibió otra carta, en esta ocasión le contaba que había terminado sus estudios en la Facultad de Derecho y repetía los mismos textos que las anteriores, que seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita. Además le conto que su padre había fallecido y también que iba a casarse. Le preguntó si le gustaría ocupar en su boda el lugar que normalmente es reservado para la madre del novio y Silvia aceptó.
El día de la boda, se presentó vestida como una reina, con el viejo brazalete en su muñeca y perfumada con el recuerdo que conservaba, desde aquella Navidad. Carlitos emocionado la abrazó, le dio un beso y le susurró al oído: Gracias Silvia por creer en mí, gracias por haberme hecho sentir la diferencia y por ayudarme en el momento más difícil de mi vida.
Silvia con lágrimas en los ojos, le dijo: Te equivocas tú fuiste el que me enseñó a mí, cuando te conocí entendí que no se puede ser una maestra sin el sentimiento de una madre.
“Los Ángeles son los que levantan nuestros pies de la tierra, cuando nuestras alas han olvidado cómo volar”

jueves, 1 de septiembre de 2011

Conserje o Presidente?



Reflexiones | 74 lecturas
Había una vez un conserje que trabajó para la misma empresa durante cuarenta años. Jamás ascendió de puesto. Siempre fue el conserje y nunca tuvo a nadie a sus órdenes. Nunca pudo comprar un automóvil, ni una casa para su familia.
Era un buen conserje. Se esmeraba por mantener en perfectas condiciones la entrada del edificio. Los objetos de metal relucían, las ventanas estaban impecables, las alfombras nunca se veían sucias. Además siempre tenía una sonrisa y palabras alentadoras para sus compañeros de trabajo. Durante todos los años que trabajó en esa empresa, nadie lo oyó quejarse.
Las personas le preguntaban: ¿Por qué trabajas tanto? A lo que el conserje respondía: Mira mi trabajo, no sólo lo hago para los demás, lo hago como si lo hiciera para Jesús. Él es mi mejor amigo, lo amo y quiero hacer lo mejor para Él. Es lo menos que puedo hacer por alguien que dio su vida por mí.
Algunos se reían y seguían su camino. Otros le preguntaban, extrañados: ¿Jesús, tu amigo? ¿Cómo puede ser Él tu amigo? Si ni siquiera se lo ve.
El conserje, sin mediar palabra, respondía con una sonrisa, todos percibían un gran amor que se reflejaba a través de sus ojos cuando les contaba a sus compañeros como era su relación con Jesús. Nunca estaba demasiado ocupado o cansado para hablar del amor del Señor en su vida.
En la misma empresa comenzó a trabajar al mismo tiempo que el conserje, otro hombre. Era un prestigioso profesional que fue ascendiendo, hasta llegar a ser vendedor, llegó a ser el mejor de su departamento. En un tiempo récord se convirtió en gerente de ventas, luego en gerente regional, después vicepresidente y finalmente, en el más joven presidente que había tenido la compañía.
Estando a su cargo la empresa se expandió hasta llegar a ser líder internacional y bajo su dirección la compañía adquirió otras empresas que prosperaron muy rápidamente.
En vista de sus evidentes aptitudes, talento y éxitos, con frecuencia le pedían que diera conferencias. Incluso lo visitaban ejecutivos y directivos de otras empresas para preguntarle el motivo de su éxito. Siempre daba la misma respuesta: En este país las oportunidades son ilimitadas, he puesto mucho esfuerzo, empeño y sobre todo he trabajado muchísimo. Lo que yo logré, ustedes también pueden hacerlo si lo creen posible.
Al cabo de los años lo eligieron miembro del consejo rector de su antigua universidad y era un respetado miembro en la iglesia a la que asistía los domingos con su familia.
Pero cada lunes, cuando su actividad comenzaba, se olvidaba de los sermones, que lo inspiraban a estar más cerca de Dios y de su familia, que del trabajo y los negocios y con el tiempo los negocios, las conferencias y toda actividad relacionada con su profesión, llegaron a ser su prioridad.
Cuando llegó el momento, tras una larga y exitosa trayectoria y en medio de la admiración de las personas que lo conocían y rodeaban en sus negocios, se retiró.
Curiosamente, los dos hombres, el conserje y el ejecutivo fallecieron el mismo día y cada uno compareció ante Dios para dar cuenta de lo realizado en sus vidas.
El ejecutivo fue el primero. Dios le puso la mano en el hombro y le dijo: Has empleado bien tu vida. Te di inteligencia y oportunidades. Has trabajado mucho y aprovechado cuanto te puse delante. Tus logros son muchos. Sin embargo, debes dejar atrás todo lo que construiste. Tus casas y automóviles, tus empresas y tus actividades eran algo bueno, pero no son parte de mi Reino. Aquí no hace falta tu dinero. Has trabajado mucho, pero de forma imprudente, porque ganaste lo material, pero dejaste de lado muchas cosas importantes.
El conserje estaba a corta distancia, observaba con humildad, temor y asombro. Si el Señor no elogiaba a todo un prestigioso profesional, ¿qué podría esperar un simple conserje? Estaba cabizbajo y por sus mejillas rodaban algunas lágrimas.

De pronto, Jesús le puso una mano sobre el hombro y le dijo: Levanta tu cabeza y mírame a los ojos. El conserje obedeció y así por primera vez pudo ver el rostro de la persona que más amaba en el mundo.
Con una sonrisa Jesús le dijo: Date la vuelta y mira. No podía entender lo que veía, una multitud se le acercaba y sus rostros reflejaban un amor y un gozo que jamás había visto. Miró a Jesús, y le dijo: Señor, sólo reconozco a unos pocos ¿Quiénes son los otros?
Jesús le dijo: Los que reconoces son personas a las que les hablaste de mi amor. Los otros son personas que escucharon hablar de mi amor, pero no a través de ti, sino a través de las palabras de aquellos a quienes tú habías hablado. Todos ellos han venido a darte las gracias. Ve junto a ellos y disfruta del gozo que he preparado para todos aquellos que obedecieron mi palabra.
A poca distancia, un coro de ángeles cantaba mientras el conserje y sus amigos, con una alegría inexplicable, disfrutaban de las maravillas que les había preparado el Señor.
Los dos hombres tuvieron las mismas oportunidades.  Uno dedicó su vida a los negocios, con el  fin de ser millonario; el otro, puso su vista en las cosas del Señor, vivió sin importarle lo material. Su amor a Dios y al prójimo, fue su prioridad, por lo que se hizo rico y almacenó su fortuna en el banco de Dios. La fortuna del ejecutivo fue temporal, la del conserje fue eterna.
¿A cuál de los dos hombres quieres imitar? La decisión es tuya.

jueves, 18 de agosto de 2011

La mente del ser humano



Des| 3727 lecturas
Un científico de Phoenix, Arizona, quería probar una teoría. Necesitaba un voluntario que llegase hasta las últimas consecuencias. Por fin lo encontró, era un condenado a muerte que sería ejecutado en la silla eléctrica, en la penitenciaria de St. Louis en el estado de Missouri.
El científico le propuso al condenado, lo siguiente: él participaría de un experimento científico que consistía en hacerse un pequeño corte en el pulso, con el propósito de que su sangre fuera goteando lentamente hasta la última gota. Le explicó que tenía mínimas probabilidades de sobrevivir, pero que de todas formas, su muerte sería sin sufrimiento, ni dolor; ni siquiera se daría cuenta.
El condenado aceptó, porque morir de esta manera, era preferible a morir en la silla eléctrica. Lo colocaron en una camilla y ataron su cuerpo para que no pudiera moverse. A continuación le hicieron un pequeño corte en la muñeca y colocaron debajo de su brazo una pequeña vasija de aluminio.
El corte fue superficial, sólo sus primeras capas de piel, pero fue lo suficiente para que él creyera que realmente le habían cortado las venas. Debajo de la cama, fue colocado un frasco de suero con una pequeña válvula que regulaba el paso del líquido, en forma de gotas que caían en la vasija. El condenado, podía oír el goteo y contaba cada gota de lo que creía era su sangre.

El científico, sin que el condenado lo viera, iba cerrando la válvula, para que el goteo disminuyera, con la intención de que pensara que su sangre se iba terminando.
Con el pasar de los minutos su semblante fue perdiendo color, su ritmo cardíaco se aceleraba y le hacía perder aire a sus pulmones. Cuando la desesperación llego a su punto máximo, el científico cerró por completo la válvula y entonces el condenado tuvo un paro cardíaco y murió.
El científico consiguió probar que la mente humana cumple estrictamente todo lo que percibe y que el individuo lo acepta, sea positivo o negativo, actuando sobre toda nuestra parte psíquica y orgánica.
Esta historia, nos deja una enseñanza muy interesante. El científico le dio a ese hombre una posibilidad de vida, pero el condenado al parecer, la desaprovechó.
Muchas veces en nuestra vida se nos presentan problemas que parecen ser desastrosos. Posiblemente haya alguien que nos diga que hay una pequeña o ínfima posibilidad de revertir dicha situación, pero nosotros decidimos creer sólo lo que somos capaces de percibir e imaginar.
“Quien piensa en fracasar, ya fracasó"
"Quien piensa en ganar, lleva un paso adelante"